Ciego

¿Para qué? Algo que no consigo dejar de preguntarme. Me interesa más el propósito que la causalidad. Eso u olvidé la importancia de un por qué. Ya no. No hay un por qué. Todo dejó de tener un sentido definido hace tiempo. Todo fluye, en un río subterráneo. Todo fluye sin poder replantear el caudal, tampoco hay modo de meter el pie y formar parte de ello. Os escucho, converso con vosotros desde mi celda. Converso pero no participo, no soy capaz, siento el curso del agua pero no alcanzo a dejarme arrastrar por él. Os escucho pero no os veo. No puedo veros. Imagino sonrisas y miradas amables, allí abajo. Las imagino porque no puedo verlas. Todo es una representación de vuestra imagen real, no consigo alcanzaros. En realidad no tengo ni puta idea de cómo sois, no consigo alcanzaros. Os escucho. A veces recibo con alegría palabras amables pero no consigo ver quién las dijo, de nada sirve. Aún así, os escucho. Maldigo cada minuto de mi insulsa vida, como maldigo cada palabra bonita que no consiguió calar en mí. No las vi venir, no os creí y di media vuelta. Siempre fue así. Mis ojos no cumplen su cometido, no. Mis ojos sólo aceptan el dolor, pues parece ser lo único que conocen.

Mis ojos son mi peor enemigo.

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