Diálogo interno

Despacio. No tenemos prisa. El Mundo seguirá ahí, cuando hayamos acabado. Seguirán ahí adoquines y farolas. El Mundo continuará observándonos, impávido. Eterno bodegón inamovible. Frío edificio gris. Continuemos, pues, nuestro camino. Nada hay que deba influir en ello. No mires, no escuches. Sencillamente: camina. Camina y no cedas un paso al sendero, pues al otro extremo nos espera el descanso. No necesitamos apresurarnos, solo camina. No repares en la mirada de cuervos o en el baile que dibuja el ramaje, sólo tratan de desviarte de tu camino. Del nuestro. Camina y no preguntes, no dudes. Jamás has de dudar de mí, pues ¿quién más hay aquí? Oh, ya. ¿Dudas ahora? Sigamos, nos aguarda el verdadero descanso. Vamos.

¿Qué haces ahí parado? El camino está a este lado. ¿Qué pueden tener de interesante esas flores? ¿Y esas lagartijas, correteando entre las rocas? Nada. Nada que pueda servirte mejor que yo. Nada. ¿Es que acaso no estuve siempre contigo? ¿No lloré cuando lloraste y sentí, cuando sentiste? ¿Crees que esas distracciones pueden ofrecerte lo que yo? No sabes nada. Vuelve bajo mi brazo, sólo aquí estarás seguro. Vamos, el final está a un solo horizonte de aquí. Deja de jugar con esa ardilla, gilipollas. Atiende cuando me dirijo a ti, me perteneces. ¿Lo entiendes? Eres mío y de nadie más. No voy a dejar que esas ratas te convenzan. No. Vienes conmigo. Vendrás conmigo o encontraremos otro final y, te lo aseguro, ese no será dulce. Vendrás conmigo, quieras o no. Eres mío.

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