Evoluciones
¿Qué queda tras comprenderlo? Nada. Nada permanece vivo cuando has mirado al abismo a los ojos. No hay vuelta atrás cuando comprendes que sólo eres una mota, como el resto, pero una mota del cáncer más virulento: la tristeza. Nada queda, una vez definido así. Ahora eres una célula suicida con una misión: contagiar de esa actitud al resto de células sanas de un sistema. O eso creen ellas. Es entonces cuando quedas encerrado en una espiral de crecimiento irrefrenable, abandonas tu forma de célula cancerosa para evolucionar en tu siguiente estado: ahora eres un mosquito. Una sanguijuela casi imperceptible a la vista que parece dedicar su frágil vida a sorber la alegría ajena, así te definen. No eres más que un parásito que se alimenta de la felicidad ajena y sólo deja un páramo de incomodidad, a su paso. O eso creen, los de fuera. Una vez cruzada la frontera, ten por seguro que no volverás. Tu nacionalidad y tu pasaporte ya fueron revocados, debes aceptar el exilio: ya no puedes ser de los suyos. Por favor, ¿quién querría tener una guerra así en su país? Nadie. O eso te repiten.
¿Qué va a ser de ti, en el exilio? Dante. Queda Dante. Resta Dante hasta que eres capaz de cerciorarte que no has enviado a nadie a los círculos del Averno, fuiste tú quien fue condenado a vivirlos, una y otra vez. Cual Prometeo y sus entrañas. No existe el gozo de la retribución, tampoco el sadismo inherente a observar cómo el Infierno devora la maldad de tus enemigos, pues no los hubo. No. Sólo quedas tú, acompañado de Caronte, navegando el Estigio una y otra vez. Ah, de nuevo aquellas almas ensordecedoras, otra vez aquellos alaridos de tortura y dolor. "Este es tu lugar ahora", te recuerdan el florentino exiliado y Caronte al unísono:
"Este es tu lugar ahora".
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